Imagen Egon Schiele

Introducción

No es novedoso hablar de la limitada y sesgada educación sexual que hemos recibido las mujeres y de cómo eso nos influye en nuestro permiso para el disfrute. Mi hipótesis de trabajo, surgida a partir de la repetición de casos, es que es el contexto estructural, político, económico y social, el que está marcando de manera muy negativa tanto la sexualidad de las mujeres como la de los hombres, y que, de hecho, este contexto que me atrevo a llamar, resumiendo, machista, se configura de manera tal que es causante y mantenedor de un trauma que produce efectos asimilables a los síntomas de un trastorno por estrés postraumático y que se manifiesta como falta de deseo, vaginismo y, en el caso de los hombres, con la aparición de la ansiedad de ejecución que cuestiona su masculinidad. Voy a centrarme en exclusivid en la falta de deseo (DSH) por ser la muestra más alta con la que trabajo.

Este trabajo se enmarca en el contexto psicoterapéutico y la pretensión es aportar un cuadro de reflexiones surgidas en la práctica diaria. Los datos e hipótesis se centran en mujeres pero con la firme convicción de que no somos sólo nosotras las manifestantes de este trauma sino que también los hombres son parte mantenedora y manifestante del mismo .

Desarrollo

La conceptualización del trastorno del deseo es ya conflictiva desde el momento en que su investigación se inicia y desarrolla en un contexto marcadamente machista en la cultura blanca occidental de nivel socioeconómico medio. Entendamos que partimos de 1966, año en que Master y Johnson publican los resultados de sus investigaciones desarrolladas en EEUU. A pesar del surgimiento de un movimiento feminista muy potente en los años 70, este devenir político no hace mella en los estudios sexológicos, obviando sus conclusiones y análisis.

La falta de Deseo, que no el Trastorno de Excitación o el de Aversión al sexo, se define como la disminución y ausencia de fantasías y deseos de actividad sexual de manera persistente y recurrente que, además, produce malestar emocional y/o dificultad en las relaciones interpersonales. Según Trudel las causas del DSH son: ansiedad anticipatoria, problemas en las relaciones de pareja, miedo al abandono sexual, ausencia de comunicación emocional y sexual, pérdida de placer y satisfación sexuales y actitudes negativas hacia el sexo. Al mismo tiempo, se ha encontrado relación entre el DSH en mujeres y las experiencias infantiles traumáticas, los temores hacia la sexualidad y los problemas de pareja. En definitiva, se dan factores psicológicos, físicos, relacionales y, añadiría, de contexto. 

Creo importante hacer esta distinción, porque algunos de los problemas relacionales no son otra cosa que el mandato social sobre los roles de género y es en este sentido donde me parece importante incidir. Las mujeres de esta sociedad donde se nombra el DSH, estamos inmersas en una trampa que nos limita en la expresión libre de nuestro deseo. Y son muchos los elementos que lo impiden. Desde el sentimiento constante de no ser adecuadas, una incisión permanente en la imperfección (con las implicaciones que esto tiene en el apego), la desposesión del cuerpo que no les pertenece sino que es juzgado y presionado por los otros, la expectativa dual sobre el deseo (o santas o putas), el malestar por no ver legitimado el Ser Mujer sino es ajustado al ofrecido por el modelo heteropatriarcal, el locus de control externo (nada de lo que hagas podrá convertirte en más adecuada), el miedo por no sentir la incondicionalidad, miedo al abandono o no merecimiento de amor por no cumplir la expectativa de mujeres deseantes, el sentimiento de culpa por no reafirmar la masculinidad de la pareja o el constante ejercicio de cuidar como una forma de no mirar sino al otro. En definitiva, el vivir diariamente en el deseo del otro y no en el propio y legítimo deseo.

Pero es más, los índices sobre experiencias sexuales traumáticas en la infancia son muy altos: 6 de cada 10 niñas y 4 de cada 10 niños. Pero estas cifras no reflejan otras violencias cotidianas a las que se somete a las mujeres: ni las miradas sexualizadas recibidas desde la infancia, ni los insultos (que algunos se empeñan en llamar piropos), ni los frotamientos, los tocamientos, las violentas apariciones de hombres masturbándose ante nosotras, las persecuciones nocturnas, el miedo a poder ser agredidas, la culpabilización por la actitud o la apariencia… Todo esto conforma un cuadro desalentador donde lo milagroso es que algunas decidan expresar su deseo. Van der Kolk mostró los efectos de la exposición traumática en la infancia como causas del estrés postraumático y, si bien el machismo como tal no fue explicitado, sí lo fueron las agresiones sexuales, el menosprecio, los insultos, la sexualización temprana o las amenazas.

Van der Kolk y su equipo hacen una propuesta de criterios para poder incluir el trastorno traumático del desarrollo en las clasificaciones diagnósticas:

A este contexto machista aberrante no puedo por más que nombrarlo, creo que haciendo justicia, como un trauma que genera unos síntomas. Pierre Janet definió el estrés traumático como una enfermedad consistente en no poder estar totalmente vivo en el presente. Van der Kolk, a su vez, plantea que las personas responden como los animales ante la amenaza, se movilizan en una acción física automática. La tensión y la desconexión física y/o emocional son las formas en que es almacenada en el cuerpo la información traumática, el cuerpo deja de sentirse y vivirse como una fuente de placer y de confort y esto, sin duda, afecta a la conciencia del propio Yo, a la conciencia de Estar en el Yo y en definitiva, a la percepción y sensación del deseo propio. Esto facilita que para la mujer es más cercano el desear ser deseada que el desear en sí mismo, no muestra tanto interés en materializar sus deseos sino en que su deseo sea en sí mismo el del otro. De esta manera la mujer explicita la identidad objetual que la sociedad le enseña, buscando la perfección de ese objeto para complacer y usando la huida de sí misma como condición necesaria. No me parece exagerado entender que el vaginismo responde a la tensión corporal ante la amenaza y la falta de deseo a la desconexión y, desde esta lógica por tanto, se encuadrarían como síntomas de un trastorno por estrés postraumático.

En la consulta psicoterapéutica las quejas más expresadas se refieren a:

– El complejo de ser imperfecta: Vienen abatidas porque están fallando, algo en ellas está mal y temen ser abandonadas por ello.  «Hace tiempo que no siento deseo» y «me obligo  a tener relaciones sexuales (con penetración) porque toca». No hay placer.

– El síndrome de Geisha: Inician la terapia como una búsqueda de su Yo más auténtico, de su esencia y llevan tiempo sintiendo que aunque la expresión de su deseo es muy alta no sienten que sea auténtica, verdadera, no hay placer.

En ambos casos, dicha expresión genera malestar porque no se siente como propia y que responda al auténtico Yo. En términos clínicos se puede entender como estados de hipo e hiperactivación de nuestro estado de equilibrio emocional, ta como plantea Ogden, es decir, la manera en que la persona bajo la situación de estrés se sitúa por debajo o por encima de la ventana de equilibrio:

A- Una evitación en el primer caso. Que conecto con un parte más depresiva o pasiva y que entronca con las estadísticas sobre depresión en España: sólo el 20% se deben a causa endógena o física y un 80% a causas exógenas o de contexto. A su vez, de este 80% el 30% corresponde a hombres y el 50% a mujeres. Esto sólo puede significar que, o bien se sobrediagnostica a las mujeres (lo cual hablaría de la medicalización de un sexo) o bien, el contexto es más dañino para las mujeres. Ninguna opción es esperanzadora pero ambas refuerzan la idea de que el contexto es obviamente un condicionante negativo en la salud y expresión emocional de las mujeres, que las anula.

B- En el segundo caso, se trataría de una proyección de un Yo impostado hiperdeseante y sexualizado que explicita todo el deseo masculino proyectado sobre ellas. Sería una hiperactivación del sistema defensivo que nos lleva a sobreactuar. En este sentido, cabe destacar la tesis de Laura Martínez Jiménez «Women are strong as hell! Empoderamiento y micromachismos en la cultura popular del postfeminismo neoliberal», donde defiende que bajo el discurso aparentemente liberador del Girl Power se oculta un misticismo femenino sustentado en unos supuestos superpoderes que nuevamente hacen recaer sobre la mujer un sobrepeso y exigencia difícilmente sustentables y que se apoya en el consumismo neoliberal y una fantasía de libre elección como herramienta básica.

Conclusiones

No podemos decir que todas las mujeres hayan sido víctimas de violencia de género pero sí podemos afirmar que todas hemos sufrido la violencia de un escenario estructural que prioriza lo masculino sobre lo femenino y que, por habitual, ha dejado de ser nombrado y se asume como norma. Que la norma sea violenta e intrusiva en nuestras vidas es lo que lo convierte en patologizante y generador de trauma con todas sus consecuencias, una de ellas, la falta de deseo. ¿Cómo restaurar el equilibrio y la calma en la persona traumatizada? Como Francisco Cabello manifiesta «se está patologizando el deseo, a veces simplemente no hay inductores externos adecuados» y es en este sentido y dirección hacia donde enfocar una parte de la la recuperación. Generar un contexto donde los inductores externos no sean violentos y, por tanto, no sean machistas encamina la sexualidad hacia la salud. El resto de la recuperación se enfoca en reestructurar el Yo y trabajar sobre las huellas del trauma.

El tipo de herramientas que uso en terapia son:

  • El espacio terapéutico es un espacio seguro y de confort, donde se respeta el ritmo de la paciente.
  • El vínculo entre terapeuta y paciente es de compromiso, confianza e incondicionalidad, como modelaje de una relación de apego seguro
  • Elaboración de la historia clínica donde se incluyen los recuerdos más vívidos que han ido generando bloqueos sexuales, no sólo en referencia a la sexualidad, sino los que han ido generando la sintomatología de desconexión con el Yo. En algunos casos más graves, uso de técnicas de EMDR para liberar esos recuerdos traumáticos.
  • Labor psicopedagógica donde se ofrece información objetiva sobre nuestros cuerpos y sus reacciones naturales alejándonos del estereotipo y validando sus sensaciones. Para ello uso imágenes, libros, videos y siempre se deja espacio para preguntas que nos son enjuiciadas.
  • Normalizar la situación en el sentido de hacerles ver que no es una enfermedad, que es una respuesta lógica a un contexto violento y que son muchas las mujeres en su situación
  • Proporcionarles seguridad e intimidad a través del fortalecimiento de la confianza en comunicación en la pareja (en el caso de que acuda)
  • Generar sentimiento de pertenencia con el fortalecimiento de la relación de pareja.
  • Romper la estructura de sexo finalista y genitalizado que hemos aprendido pero que está lejos de ser la única.
  • Uso de técnicas de conciencia plena para estar en el presente y aportar herramientas para permanecer tranquilas y centradas en ellas mismas.
  • Técnicas de crecimiento erótico como aprender a ser tocada y mirada
  • Fomentar el autoerotismo como fuente de conocimiento y disfrute.
  • Dar validez al disfrute por el disfrute.
  • Hacer comunidad y generar sororidad entre mujeres
  • el uso de la imaginación… La imaginación es la clave para la supervivencia, ella nos permite inventar nuevas realidades posibles, nos relaja y nos estimula.

El contacto consigo misma, la alegría y la libertad de elegir e incluso de prescindir del sexo, el orgasmo o el deseo me parecen los mayores actos de rebeldía y de apropiación de nuestro deseo y en este sentido, me parece terapéutico. No quiero hablar de sumisión, porque cada mujer sobrevive y resuelve como puede sus circunstancias vitales, y se rebela o resiste como puede, es por ello que por ejemplo, conductas como fingir el orgasmo o fingir que no ha tenido un orgasmo para no sentirse obligada a darle otro a él pueden entenderse como formas iniciales de apropiación y rebeldía, aunque obviamente son sólo parte del camino y no un fin en sí mismo.

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