Llevamos ya tiempo cuestionándonos el amor romántico y, aunque ejercicio interesante y necesario como agua de mayo, me queda el mal gusto en la boca de hacer algo contra mis propios sentimientos, como si en la crítica misma estuviera ensuciando algo. Como una deliciosa fruta con partes podridas a esquivar para no amargarte. Como si tuviésemos que mantener la guardia porque es atractivo pero no del todo bueno.
El amor es una expresión de un vínculo intenso, dependiente, sano, generoso. El amor es tan grande y verdadero que a veces da miedo y vértigo sentirlo. A veces… a veces no crees merecerlo, a veces no confías en saber darlo, a veces no sabes darlo, a veces te da miedo desaparecer en él… y todas esas veces usarás herramientas para esconderte o defenderte, una de ellas el maltrato, otra los celos… El maltrato no es el amor ni los celos son el amor, no engañemos con expresiones rancias, lo que activa los mecanismos defensivos y de ataque son la inseguridad, el miedo, la vergüenza, la culpa, la cobardía, el miedo a verse miserable, a la soledad, a mirarse crudamente, a saber que te han visto… pero no es el amor, es otra cosa.
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