
Violencia de género
Violencia machista
Violencia contra la mujer
Violencia jerárquica
Violencia
Violadas
Feminicidios
Escribo este texto desde un profundo malestar. Con la pretensión, quizá, de equilibrarme. De echar hacia fuera.
Una tras otra caemos, caen mujeres como yo, víctimas de violencia machista, abriendo más la herida, honda, y esa sensación de horror… y de error, conciencia de estar errando, búsqueda torpe de algún remedio.
Son muchos años ya, desde mi primer trabajo contra esta “lacra social”, así lo resumen los medios (defecto o vicio que marca a una persona o, especialmente, a la sociedad), viendo cómo cambian términos ya politizados, se piensan estrategias de intervención y soluciones que no parece que hayan calado. Y pienso que no se ajusta ese término, “lacra”, a los desprecios, los insultos, los abusos, la cosificación y el ser tratadas como propiedad, los asesinatos, a las agresiones todas, la violencia sistémica…
“Lacra” minimiza, reduce, simplifica. El lenguaje mal usado daña. Pero el lenguaje puede ser un potente factor de cambio. Tiene el poder de visibilizar una realidad y al mismo tiempo crearla. Algo existe al ser nombrado.
Es importante elegir los términos adecuados y, además, sobre todo, ajustar bien el foco.
Es importante hablar de los hechos acontecidos, sin duda. Fue un salto de gigante conseguir que la violencia machista saliera del anonimato de la cotidianidad para entrar en la agenda de lo noticiable y por tanto de los problemas colectivos, lo preocupante políticamente, pero es imprescindible un cambio de lenguaje y de enfoque. Hasta ahora más de lo mismo… produce lo mismo.
Otra manera de hacer las cosas es posible.
Me desconcierta mucho el tratamiento informativo. No lo entiendo. A cada nueva mujer asesinada asistimos no sólo a un despliegue de eufemismos: “apareció muerta”, “fue encontrada sin vida”, etc. (es decir, se falla en la denominación) si no también, y ahí es donde encuentro el factor de cambio, se centra la atención en si es extranjera o española, si estaba sola o acompañada, si tenía una relación sentimental al uso o atípica, si había sufrido malos tratos con anterioridad o si había denunciado o era la primera vez que sufría un intento de asesinato (no dicho así, claro). Se pone toda la atención en las circunstancias de la víctima y no se hace (como suele suceder en otros casos: víctimas de terrorismo de cualquier tipo, profesionales muertos en acto de servicio, personalidades públicas…) en el sentido de ensalzar a la persona y sus obras en vida sino más bien en lo que parece un intento desesperado por encontrar en ellas, en sus costumbres, su personalidad, su situación socio-económica, etc. las razones de su asesinato. Se pone así el peso de la responsabilidad no en el agresor, a menudo sorprendente hijo ejemplar, trabajador modélico o vecino discreto, que en el mejor de los casos permanece desconocido, anónimo, inexistente; si no en la victima cuya forma de actuar o no hacerlo, paradójicamente, lleva a la muerte (es decir se falla en el enfoque, en la dirección en que miramos).
Me gustaría otra óptica. En lugar de centrarnos en los detalles de lo que sucedió y las hipótesis de los porqués, sería más efectivo hablar del delito y las consecuencias del delito. Escrutar al asesino y lo que lo convierte en tal. Identificar sus conductas potencialmente peligrosas y mostrarlas, prevenirlas. Hablar del proceso y del castigo tal como hacemos con otros delitos. De la pena que aguarda al asesino, del estigma y de su figura repulsiva.
Actualmente vemos las atrocidades pero no sus consecuencias. Se crea una falsa imagen en la que nada ocurre tras el delito, en que el delito es el final de la historia. Se produce la apariencia errónea de impunidad de los asesinos, delincuentes… esto es un error de cara tanto a otros posibles agresores, como a las mujeres, como para el sistema educativo en general; este ejemplo es injustificable para nuestros menores ¿cómo explicamos esta impunidad (aparente) ante el delito que con detalle les describen los medios una y otra vez?
En un medio con pretensiones de salud, cae por su propio peso que el contexto de control ejerza su función desde la mayor salud posible y no hay nada como comunicar con claridad para promoverla. Visibilizar los castigos no es de mal gusto, de mal gusto es como se está informando ahora, victimizando al mismo tiempo que culpabilizando a las mujeres, visibilizar los castigos es tomar el control, con valentía, seguridad y responsabilidad, es una medida promotora de salud.
La atención a la mujer es fundamental pero eso no contradice mi punto de vista. Como hasta ahora deben funcionar y seguir perfeccionándose todos los mecanismos creados de protección y de ayuda. El suceso no debe silenciarse pero no debemos, al tratar la información, deleitarnos en los detalles de lo sucedido que no hacen sino dar ideas y cuya repetición mediática acaba por hacerlos parecer “normales”, dentro del campo de lo posible, incluso lo esperable. La forma en que los ataques se suceden en rachas de días sucesivos es espeluznante. Es conocido que los medios se autorregulan para evitar el efecto contagio en el caso de las muertes por suicidio. Ya hemos dicho que el silencio no es una opción, costó mucho trabajo escapar de él; no se trata de no atender a las personas violentadas, no se trata de no buscar soluciones ni de no tratar de entender, se trata de que estamos ofreciendo realidades posibles, fomentando la imitación; la opción es adoptar un código de estilo ético que, gracias a la potencia del lenguaje, contribuya de alguna manera a erradicar las agresiones machistas.
Es necesario usar un lenguaje objetivo, al margen de sensacionalismos. Hablemos con corrección y objetividad: si alguien mata a alguien es un asesinato por mucho que sostengan una relación sentimental; si se trata de una violación, no es un forcejeo y no tiene nada que ver con el consumo de alcohol ni con la ropa que lleve puesta la víctima. Por supuesto debemos dejar de subrayar etnias o nacionalidades, burda xenofobia, como exculpándonos; si nos puede el sentimiento de culpa por algo será, pero la solución es la terapia, no las noticias. No especulemos sobre las causas, ¿qué más dan las causas? Eso no hace más que perpetuar la idea de que hay situaciones que pueden justificarse. Evitemos todos esos comentarios que hacen referencia al amor, esto no es amor, es violencia y es injustificable.
Son estos algunos apuntes del debate que, en mi opinión, está ya reformulándose en torno al tratamiento mediático de la violencia patriarcal y al que animo a participar a todxs nosotrxs feministas.
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